La Justicia europea le dio la razón al exvolante francés por impedirle fichar con un club belga en 2014. Ahora le exige una indemnización de 65 millones de euros a la FIFA por haberle perjudicado su carrera. Un delantero brasileño ya acudió en la última semana a la nueva ley.
En 2013, después de que jugase en Chelsea, Arsenal y Real Madrid, Lass Diarra fichó con Lokomotiv Moscú. Al año, el club ruso le pidió que se bajara el sueldo: peleado con un entrenador, había dejado de jugar. Diarra se negó. Y rescindió unilateralmente el contrato. Fue denunciado ante la FIFA, que instó al futbolista a pagarle 10 millones de euros a Lokomotiv y lo inhabilitó durante 15 meses. En 2014, el Charleroi de Bélgica intentó contratarlo. Por el Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores de la FIFA, el Charleroi debía primero indemnizar a Lokomotiv. Desistió.
En 2024, casi diez años más tarde –había iniciado en 2015 acciones legales por pérdida de ingresos contra la FIFA y la Asociación Belga de Fútbol en un juzgado local–, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea le dio la razón a Diarra. Dictaminó que la normativa de la FIFA “impide la libre circulación de los futbolistas profesionales que deseen desarrollar su actividad trabajando en un nuevo club”. La última semana, ante la falta de respuesta “efectiva” de la FIFA y de la Asociación Belga –según comunicó Diarra–, les exigió en la Justicia una indemnización de 65 millones de euros en compensación por los perjuicios en su carrera, finalizada en 2019. En Europa ya la llaman “Ley Diarra”. “Los jugadores –dijo el francés de 40 años, que jugó 34 partidos con su selección– aún no se dan cuenta de lo que he conseguido”.

Foto: NA
¿La rescisión unilateral de contrato llevará a los futbolistas de un club a otro? ¿Los clubes más poderosos se aprovecharán para concentrar todavía más poder? ¿Cambiará para siempre el panorama de transferencias, ya que un club que ficha ahora a un jugador que rescindió un contrato unilateralmente con otro no es el responsable de la indemnización? ¿Responderán “es el libre mercado, estúpido”? ¿O la FIFA adaptará los artículos de sus estatutos para que el fútbol no sea la ley de la selva (si ya no lo es)?
El delantero brasileño Lucas Ribeiro Costa recurrió la última semana a la Ley Diarra para rescindir su contrato con el club sudafricano Mamelodi Sundowns. Lo acusó de intentar impedir su traspaso al Qatar SC. Ribeiro, quien jugó el Mundial de Clubes 2025 con el Mamelodi Sundowns, es el primer futbolista en beneficiarse de la Ley Diarra. “Tras la sentencia Diarra –expresó el brasileño–, mi próximo empleador no se verá involucrado en la disputa entre el Mamelodi Sundowns y yo, ni disciplinaria ni económicamente”. ¿Y si el club “afectado” no le envía el transfer FIFA para que pueda jugar?
Ribeiro y Diarra son representados por el bufete de abogados Dupont–Hissel, de Jean–Louis Dupont, el mismo que, en 1995, ganó en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea el caso que involucró al ex futbolista belga Jean–Marc Bosman, por el que la UEFA –y la FIFA– pusieron fin a las cantidades de traspasos y de cupos de extranjeros por equipo en Europa, lo que revolucionó el fútbol –y el negocio– para siempre. Es la “Ley Bosman”. “La sentencia Diarra es una victoria total: allana el camino para modernizar la gobernanza del fútbol”, sostuvo el año pasado el abogado Dupont.
Diarra cuenta con el apoyo de la Unión Nacional de Futbolistas Profesionales de Francia y de FIFPro, federación que nuclea a 72 sindicatos a nivel mundial. FIFPro y FIFA mantienen un conflicto global que escaló durante el Mundial de Clubes en Estados Unidos, donde los futbolistas jugaron bajo temperaturas sofocantes (Enzo Fernández, líder del campeón Chelsea, dijo tras la semi ante Fluminense que se había tirado al césped ahogado y mareado, que jugar así era “muy peligroso”). “Lo que se presentó como una fiesta no fue más que una puesta en escena que recuerda al ‘pan y circo’ de la Roma de Nerón, entretenimiento para las masas mientras detrás del telón se profundiza la desigualdad, la precariedad y la desprotección –apuntó el argentino Sergio Marchi, primer presidente no europeo de FIFPro–. Venimos alertando sobre la saturación del calendario, la ausencia de descanso físico y mental, y la falta de diálogo por parte de FIFA. No se puede seguir jugando con la salud de los futbolistas para alimentar una maquinaria de marketing. No hay espectáculo si se apaga la voz de los protagonistas. Infantino se cree Dios”. La FIFA de Gianni Infantino lo acusó de “intereses divergentes” y cuestionó su representatividad.
Como prolongación de la Ley Diarra, la Fundación para la Justicia de los Jugadores, con sede en Países Bajos, sumó una demanda colectiva ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea bajo el argumento de que se perjudicaron a más de 100.000 futbolistas desde 2002 con la pérdida de alrededor del 8% de sus ingresos. Los futbolistas de élite, incluso antes de la Ley Bosman, son empresas multinacionales en sí, con abogados, representantes y agentes a su alrededor. En el eslabón más débil, son mayoría. ¿La FIFA, a través de sus asociaciones, “protege” a los clubes? “Estamos cerca de ir a una huelga”, advirtió en 2024 el español Rodri, Balón de Oro. El calendario sobrecargado, de movida, afecta a una minoría de futbolistas. ¿Aceptarían bajarse los salarios millonarios a cambio de reducir la cantidad de partidos? “Amo a Rodri, pero el elefante en la habitación son los locos salarios de los jugadores que debilitan a toda la industria, que busca constantemente nuevos ingresos para financiar estilos de vida –dice el periodista francés Thibaud Leplat–. El tope salarial me parece el único modo viable de volver a la razón”.
En el capítulo del podcast Contra “contra los futbolistas”, Nahuel Lanzón y Federico Praml se preguntan: “¿Los futbolistas son realmente seres humanos? O, mejor dicho, ¿los dejamos ser seres humanos?”.
Deportes – Tiempo Argentino
En 2013, después de que jugase en Chelsea, Arsenal y Real Madrid, Lass Diarra fichó con Lokomotiv Moscú. Al año, el club ruso le pidió que se bajara el sueldo: peleado con un entrenador, había dejado de jugar. Diarra se negó. Y rescindió unilateralmente el contrato. Fue denunciado ante la FIFA, que instó al futbolista a pagarle 10 millones de euros a Lokomotiv y lo inhabilitó durante 15 meses. En 2014, el Charleroi de Bélgica intentó contratarlo. Por el Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores de la FIFA, el Charleroi debía primero indemnizar a Lokomotiv. Desistió.
En 2024, casi diez años más tarde –había iniciado en 2015 acciones legales por pérdida de ingresos contra la FIFA y la Asociación Belga de Fútbol en un juzgado local–, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea le dio la razón a Diarra. Dictaminó que la normativa de la FIFA “impide la libre circulación de los futbolistas profesionales que deseen desarrollar su actividad trabajando en un nuevo club”. La última semana, ante la falta de respuesta “efectiva” de la FIFA y de la Asociación Belga –según comunicó Diarra–, les exigió en la Justicia una indemnización de 65 millones de euros en compensación por los perjuicios en su carrera, finalizada en 2019. En Europa ya la llaman “Ley Diarra”. “Los jugadores –dijo el francés de 40 años, que jugó 34 partidos con su selección– aún no se dan cuenta de lo que he conseguido”.

¿La rescisión unilateral de contrato llevará a los futbolistas de un club a otro? ¿Los clubes más poderosos se aprovecharán para concentrar todavía más poder? ¿Cambiará para siempre el panorama de transferencias, ya que un club que ficha ahora a un jugador que rescindió un contrato unilateralmente con otro no es el responsable de la indemnización? ¿Responderán “es el libre mercado, estúpido”? ¿O la FIFA adaptará los artículos de sus estatutos para que el fútbol no sea la ley de la selva (si ya no lo es)?
El delantero brasileño Lucas Ribeiro Costa recurrió la última semana a la Ley Diarra para rescindir su contrato con el club sudafricano Mamelodi Sundowns. Lo acusó de intentar impedir su traspaso al Qatar SC. Ribeiro, quien jugó el Mundial de Clubes 2025 con el Mamelodi Sundowns, es el primer futbolista en beneficiarse de la Ley Diarra. “Tras la sentencia Diarra –expresó el brasileño–, mi próximo empleador no se verá involucrado en la disputa entre el Mamelodi Sundowns y yo, ni disciplinaria ni económicamente”. ¿Y si el club “afectado” no le envía el transfer FIFA para que pueda jugar?
Ribeiro y Diarra son representados por el bufete de abogados Dupont–Hissel, de Jean–Louis Dupont, el mismo que, en 1995, ganó en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea el caso que involucró al ex futbolista belga Jean–Marc Bosman, por el que la UEFA –y la FIFA– pusieron fin a las cantidades de traspasos y de cupos de extranjeros por equipo en Europa, lo que revolucionó el fútbol –y el negocio– para siempre. Es la “Ley Bosman”. “La sentencia Diarra es una victoria total: allana el camino para modernizar la gobernanza del fútbol”, sostuvo el año pasado el abogado Dupont.
Diarra cuenta con el apoyo de la Unión Nacional de Futbolistas Profesionales de Francia y de FIFPro, federación que nuclea a 72 sindicatos a nivel mundial. FIFPro y FIFA mantienen un conflicto global que escaló durante el Mundial de Clubes en Estados Unidos, donde los futbolistas jugaron bajo temperaturas sofocantes (Enzo Fernández, líder del campeón Chelsea, dijo tras la semi ante Fluminense que se había tirado al césped ahogado y mareado, que jugar así era “muy peligroso”). “Lo que se presentó como una fiesta no fue más que una puesta en escena que recuerda al ‘pan y circo’ de la Roma de Nerón, entretenimiento para las masas mientras detrás del telón se profundiza la desigualdad, la precariedad y la desprotección –apuntó el argentino Sergio Marchi, primer presidente no europeo de FIFPro–. Venimos alertando sobre la saturación del calendario, la ausencia de descanso físico y mental, y la falta de diálogo por parte de FIFA. No se puede seguir jugando con la salud de los futbolistas para alimentar una maquinaria de marketing. No hay espectáculo si se apaga la voz de los protagonistas. Infantino se cree Dios”. La FIFA de Gianni Infantino lo acusó de “intereses divergentes” y cuestionó su representatividad.
Como prolongación de la Ley Diarra, la Fundación para la Justicia de los Jugadores, con sede en Países Bajos, sumó una demanda colectiva ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea bajo el argumento de que se perjudicaron a más de 100.000 futbolistas desde 2002 con la pérdida de alrededor del 8% de sus ingresos. Los futbolistas de élite, incluso antes de la Ley Bosman, son empresas multinacionales en sí, con abogados, representantes y agentes a su alrededor. En el eslabón más débil, son mayoría. ¿La FIFA, a través de sus asociaciones, “protege” a los clubes? “Estamos cerca de ir a una huelga”, advirtió en 2024 el español Rodri, Balón de Oro. El calendario sobrecargado, de movida, afecta a una minoría de futbolistas. ¿Aceptarían bajarse los salarios millonarios a cambio de reducir la cantidad de partidos? “Amo a Rodri, pero el elefante en la habitación son los locos salarios de los jugadores que debilitan a toda la industria, que busca constantemente nuevos ingresos para financiar estilos de vida –dice el periodista francés Thibaud Leplat–. El tope salarial me parece el único modo viable de volver a la razón”.
En el capítulo del podcast Contra “contra los futbolistas”, Nahuel Lanzón y Federico Praml se preguntan: “¿Los futbolistas son realmente seres humanos? O, mejor dicho, ¿los dejamos ser seres humanos?”.