Tras 22 meses de conflicto incesante, más de medio millón de personas en la Franja de Gaza sufren de hambre, indigencia y muerte». El 54% de la población gazarí, alrededor de 1.070.000 personas, está en situación de emergencia (fase 3 de la Clasificación Integrada de Fases de la Seguridad Alimentaria, conocida con la sigla CIF) y más del 20% (396 mil) en crisis (fase 4). La inanición amenaza a 132 mil menores de cinco años; 41 mil de ellos ya se encuentran en serio estado. Más del 90% de los niños menores de dos años mantienen una dieta alimenticia menor de la requerida; 55 mil embarazadas y lactantes «sufren malnutrición aguda que requiere respuesta urgente». ¿No es suficiente?
Son frases y datos de un informe que se refiere al norte de la Franja y advierte que puede extenderse a las regiones de Deir al-Balah y Jan Yunis, al centro y al sur. El informe pertenece a la ONU, nada menos. Con él, el organismo oficializó la «situación de hambruna» en Gaza. La novedad parece una burla: ¿Debió llegarse a este extremo? ¿Sirve para algo esa carátula? ¿Evitará, al menos, un muerto más? ¿Frenará el genocidio?
El organismo, en una fatal muestra de hipocresía mixturada con burocracia, ubicó el área en fase 5: «Hambruna con evidencia razonable y con perspectiva de expansión». Supone la verificación de que «hogares sufren una falta extrema de alimentos y/o no pueden satisfacer otras necesidades básicas». No sólo eso: «Casos evidentes de inanición, muerte, indigencia y niveles extremadamente críticos de malnutrición aguda».
La ONU representa a 195 estados (sólo dos como observadores). Su sede está en el corazón de Washington. El responsable de semejante monstruo inoperante es un ingeniero portugués de sonrisa falsa, António Guterres. Llegó a considerar: «Es un desastre provocado por el hombre, una acusación moral y un fracaso de la humanidad misma». Hasta se atrevió a acusar a «Israel, como potencia ocupadora».
Oficialmente ingresaron 100 mil camiones con ayuda humanitaria en toda la Franja de Gaza. Pero ese negocio lo montó la Gaza Humanitarian Foundation, un entente manejado por Johnnie Moore, pastor evangélico amigo de Trump. Versiones oficiosas aseguran que apenas llegó un tercio, siempre custodiado por francotiradores que disparan a los desesperados que van por comida. Sólo este jueves mataron a 70 e hirieron a más de un centenar de gazaríes. Mientras en Israel, el gobierno promocionó que «la entrada masiva de ayuda ha inundado Gaza con comida, causando una reducción en los precios de los alimentos».
Más crueldad y perversidad no se consigue.
La ONU ahora tal vez se entere de la confesión con lujo de detalles de un comando de elite israelí a El País de Madrid, respecto de cómo usaron a cientos de civiles en Gaza, de forma de escudos humanos. Que Israel advirtió sobre la necesidad de evacuación de un millón de habitantes de la Franja, junto a la amenaza de destruir lo escaso que queda en pie. Que el ejército «convocó» a médicos y personal de organizaciones humanitarias a que se trasladen al sur de la Franja, porque la avanzada final terrestre es cuestión de horas. Sabrá la ONU que como respuesta a su caracterización, Benjamin Netanyahu, ratificó: «Estamos en la fase de toma de decisiones».
Sabrá que esta semana el ejército israelí mató a un corresponsal de la cadena Al Jazeera y que ya son 186 los periodistas muertos desde el inicio de la guerra. Que en todo el mundo se habla hace meses de genocidio y que el clamor para detener a Israel es universal. Que en el propio territorio israelí se suceden marchas multitudinarias en férrea oposición a la guerra. Que en el Mediterráneo, a metros de donde mueren familias enteras por inanición, transitan contingentes en barcos como el que esta semana salió de Barcelona con personas de 44 nacionalidades, en repudio al genocidio.
Sabrá la ONU, al fin, que la hambruna ya provocó perjuicios neurológicos irreparables en buena parte de los niños y de los mayores. Que en lo que va de la guerra ya murieron 271 gazatíes de hambre. Entre ellos, 112 niños.
Cuando la ONU y Guterres se enteren de todo esto y de otras aberraciones que suceden a diario en Gaza, tal vez tomen medidas concretas y se dejen de enunciados obvios, tardíos y banales. «
La novedad parece una burla: ¿Debió llegarse a este extremo? ¿Sirve para algo esa carátula?
Tras 22 meses de conflicto incesante, más de medio millón de personas en la Franja de Gaza sufren de hambre, indigencia y muerte». El 54% de la población gazarí, alrededor de 1.070.000 personas, está en situación de emergencia (fase 3 de la Clasificación Integrada de Fases de la Seguridad Alimentaria, conocida con la sigla CIF) y más del 20% (396 mil) en crisis (fase 4). La inanición amenaza a 132 mil menores de cinco años; 41 mil de ellos ya se encuentran en serio estado. Más del 90% de los niños menores de dos años mantienen una dieta alimenticia menor de la requerida; 55 mil embarazadas y lactantes «sufren malnutrición aguda que requiere respuesta urgente». ¿No es suficiente?
Son frases y datos de un informe que se refiere al norte de la Franja y advierte que puede extenderse a las regiones de Deir al-Balah y Jan Yunis, al centro y al sur. El informe pertenece a la ONU, nada menos. Con él, el organismo oficializó la «situación de hambruna» en Gaza. La novedad parece una burla: ¿Debió llegarse a este extremo? ¿Sirve para algo esa carátula? ¿Evitará, al menos, un muerto más? ¿Frenará el genocidio?
El organismo, en una fatal muestra de hipocresía mixturada con burocracia, ubicó el área en fase 5: «Hambruna con evidencia razonable y con perspectiva de expansión». Supone la verificación de que «hogares sufren una falta extrema de alimentos y/o no pueden satisfacer otras necesidades básicas». No sólo eso: «Casos evidentes de inanición, muerte, indigencia y niveles extremadamente críticos de malnutrición aguda».
La ONU representa a 195 estados (sólo dos como observadores). Su sede está en el corazón de Washington. El responsable de semejante monstruo inoperante es un ingeniero portugués de sonrisa falsa, António Guterres. Llegó a considerar: «Es un desastre provocado por el hombre, una acusación moral y un fracaso de la humanidad misma». Hasta se atrevió a acusar a «Israel, como potencia ocupadora».
Oficialmente ingresaron 100 mil camiones con ayuda humanitaria en toda la Franja de Gaza. Pero ese negocio lo montó la Gaza Humanitarian Foundation, un entente manejado por Johnnie Moore, pastor evangélico amigo de Trump. Versiones oficiosas aseguran que apenas llegó un tercio, siempre custodiado por francotiradores que disparan a los desesperados que van por comida. Sólo este jueves mataron a 70 e hirieron a más de un centenar de gazaríes. Mientras en Israel, el gobierno promocionó que «la entrada masiva de ayuda ha inundado Gaza con comida, causando una reducción en los precios de los alimentos».
Más crueldad y perversidad no se consigue.
La ONU ahora tal vez se entere de la confesión con lujo de detalles de un comando de elite israelí a El País de Madrid, respecto de cómo usaron a cientos de civiles en Gaza, de forma de escudos humanos. Que Israel advirtió sobre la necesidad de evacuación de un millón de habitantes de la Franja, junto a la amenaza de destruir lo escaso que queda en pie. Que el ejército «convocó» a médicos y personal de organizaciones humanitarias a que se trasladen al sur de la Franja, porque la avanzada final terrestre es cuestión de horas. Sabrá la ONU que como respuesta a su caracterización, Benjamin Netanyahu, ratificó: «Estamos en la fase de toma de decisiones».
Sabrá que esta semana el ejército israelí mató a un corresponsal de la cadena Al Jazeera y que ya son 186 los periodistas muertos desde el inicio de la guerra. Que en todo el mundo se habla hace meses de genocidio y que el clamor para detener a Israel es universal. Que en el propio territorio israelí se suceden marchas multitudinarias en férrea oposición a la guerra. Que en el Mediterráneo, a metros de donde mueren familias enteras por inanición, transitan contingentes en barcos como el que esta semana salió de Barcelona con personas de 44 nacionalidades, en repudio al genocidio.
Sabrá la ONU, al fin, que la hambruna ya provocó perjuicios neurológicos irreparables en buena parte de los niños y de los mayores. Que en lo que va de la guerra ya murieron 271 gazatíes de hambre. Entre ellos, 112 niños.
Cuando la ONU y Guterres se enteren de todo esto y de otras aberraciones que suceden a diario en Gaza, tal vez tomen medidas concretas y se dejen de enunciados obvios, tardíos y banales. «
Mundo – Tiempo Argentino