El recelo entre ambos países se trasladó por primera vez al fútbol en 1984 en un torneo de selecciones sub 23 en Singapur, justo cuando el Vaticano ayudaba a destrabar el conflicto por el Beagle. Ramírez, ex jugador de Boca, recuerda la tensión previa al partido y la pelea en el campo de juego.
La noche de terror en Avellaneda entre las barras de Independiente y Universidad de Chile es el capítulo más sangriento de una ya larga lista de batallas deportivas entre Argentina y Chile, vecinos que se miran con recelo por encima de la Cordillera de los Andes, también en los estadios. Pero no fue, claramente, el primer incidente. En un repaso rápido aparecen la semifinal de la Copa Libertadores de 1991 entre Colo Colo y Boca en la que un perro de los carabineros mordió al arquero argentino, Carlos Navarro Montoya; otra semifinal de violencia demencial entre la U de Chile y River en 1996 (un barra chileno moriría tras los golpes que recibió en el Monumental); y los sillazos que los tenistas argentinos de la Copa Davis recibieron del público de Santiago en un duelo de 2000.

Por falta de televisación y la distancia en el lugar de los hechos, sin embargo, quedó en el olvido un episodio que hoy marcaría otro escándalo mundial: un Argentina-Chile con olor bélico, a pólvora, entre patadas voladoras, trompadas y expulsados. Ocurrió el 18 de octubre de 1984 en un torneo amistoso en Singapur, cuando las selecciones sub 23 de ambos países trasladaron al fútbol la tensión por el centenario conflicto del Beagle -el canal de Tierra del Fuego que conecta al océano Atlántico con el Pacífico- que, paradójicamente, empezó a destrabarse ese mismo día con la intervención del Vaticano, en Roma.
La policía de Singapur, desorientada ante la tensión entre dos países vecinos, debió entrar al campo de juego para separar a los jugadores, mientras de fondo soplaba el viento de la escalada militar entre Argentina y Chile con un posible conflicto armado por el Canal de Beagle y el recuerdo todavía fresco del apoyo de la dictadura de Augusto Pinochet a los británicos en la reciente guerra de Malvinas. Apenas seis años atrás, a fines de 1978, cuando Argentina también era gobernada por los militares, habían existido movimientos preliminares de guerra en las fronteras patagónicas.
Con Argentina ya en democracia, el 18 de octubre de 1984, ambos países comenzaron con la primera firma en el Vaticano las negociaciones para el acuerdo limítrofe austral denominado “Tratado de Paz y Amistad”, que se terminaría de establecer a finales del mes siguiente. Pero mientras tanto, ese mismo 18 de octubre, la relación de desconfianza se trasladó a un partido de fútbol en Singapur por la Copa Merlion, un torneo no oficial que a inicios de los 80 unía a selecciones absolutas, juveniles y clubes, similar a la Copa Merdeka de Malasia.
Argentina y Chile en Singapur
Argentina y Chile acudieron con sus selecciones sub 23 y tenían buenos jugadores, a muchos de cuales les esperaba un futuro exitoso, aunque ambos equipos habían perdido en la primera fecha -la Albiceleste ante Irak y la Roja contra la Sub 21 de Corea del Sur-. Los más memoriosos recordarán algunos de estos nombres que se enfrentaron ante 12.686 espectadores en el (ya demolido) estadio Nacional de Singapur, en el barrio de Kallang:
Argentina jugó con Comizzo; Néstor Lorenzo, Theiler, Pedro Monzón, Spotorno; Hugo Lamadrid, Guillermo Alonso, Gerardo Martino; Sergio Bufarini, Guillermo Hoyos y Denny Ramírez. Chile, a su vez, presentó a Marcelo Ramírez; Luis Silva, Jorge Pellicer, Leonel Sánchez, Jorge Muñoz; Jaime Pizarro, Elgueda, Mario Lepe; Marchant, Zambrano e Ivo Basay.
Según El Gráfico del 23 de octubre de 1984, «El partido empezó a vivirse en el hotel mucho antes del partido con comentarios y bromas con insidia. El clima estaba creado. Chile iba a jugar a muerte. Argentina no se quería conformar con el empate. Hubo un penal no cobrado por (el árbitro) N. Chandra de Theiler a Basay. Le siguió una patada descalificadora de Monzón a Lepe. La explosión llegó con el choque entre Lepe y Denny Ramírez. Los dos fueron al piso, el chileno lo patea en las costillas, el argentino se levanta y le pega una trompada. Martino y Pachamé (el técnico) separan. Siguió una patada voladora de Comizzo a Miranda y la persecución de seis chilenos a Danny Ramírez. La políca entró a separar».
Lamadrid, ex jugador de Racing, recordó el partido en Twitter hace pocos años: «Terminó a las piñas». Hubo tres expulsados: Monzón (por aquella patada a Lepe) y Denny Ramírez (el jugador más joven en debutar en Boca, con 15 años, en 1982). En medio de la violencia, Argentina ganaría 1-0 con gol de Carlos Candia, un juvenil de River ingresado en el segundo tiempo.
El recuerdo de Denny Ramírez
En las horas siguientes al escándalo entre Independiente y Universidad de Chile, Denny Ramírez atiende el llamado de Tiempo. El ex delantero de Boca, ya de 59 años y flamante jubilado luego de varias deçadas dedicadas a la docencia (aunque siempre vinculado al fútbol: en la actualidad es el presidente de la Liga de Laguna Blanca, en Formosa, donde nació y vive), recuerda con precisión lo que ocurrió hace 41 años en Singapur.
«Algunos jugadores ya habían debutado en Primera. De ellos, Basay. Y de los nuestros, Comizzo, Theiler, Buffarini y algunos más. También yo. Pero éramos muy jóvenes en ese aspecto», dice, en referencia a la tensión entre ambos países por el canal de Beagle. «Estábamos en el mismo hotel, almorzábamos juntos y Carlos Pachamé (el técnico, ayudante de Carlos Bilardo en la selección mayor) nos había dicho que no entráramos en ese juego. Se iban a decir cosas de más. Algunos jugadores de ellos tenían una manera de decir que éramos cagones. Lo decían al pasar, como cuando no te escucha nadie, y en tono burlesco, con la picardía de mostrar tres dientes. Pero tampoco pasaba de ahí, no pasaba a mayores. Siempre hay algún pícaro. Igual nosotros tratábamos de evitarlo. A veces, para no compartir el ascensor, nos quedábamos un poco más en la sala de espera», recuerda Ramírez.
Luego llegó el partido. Y una escena violenta que involucró a todos los jugadores. Una agresión mutua entre Lepe y el propio Ramírez fue el disparador. Sigue el formoseño: «En el partido no pasaba nada de lo que había pasado en la previa. Estaba todo bien. Aunque también sabemos que a Argentina todos le quieren ganar. La noche se puso áspera con una reacción mía que yo todavía no me la explico. Nunca la hice. Pero también el que la comenzó fue Lepe: fuimos al piso, recuperé una pelota limpia y, sin que nada lo justificara, me pegó una patada que me dio en las costillas. Eran tapones de aluminio. Me quedó la marca. Si no corría la cara, me la sacaba».
Ramírez no se quedó atrás: «Había sido algo muy fuera del partido y entonces tuve esa reacción, que todavía no me la explico. Ahí le jugué un manotazo bien fuerte, primero con la izquierda y después con la derecha. En el diario local, al día siguiente, aparecieron las dos fotos, pegando con las dos manos. Estábamos cerca del banco de suplentes y se armó una batahola entre todos. Después me expulsaron pero ganamos con un golazo de Carlitos Candia», cierra Ramírez.
Aquel triunfo sería el único triunfo argentino en el torneo, que de todas maneras no llegaría a la semifinales: tampoco lo haría Chile. Menos de un mes después, en el Vaticano, ambos países terminarían de firmar la paz y le darían punto final a un conflicto que había nacido en el siglo XIX. La rivalidad deportiva, sin embargo, recién había tenido su primer capítulo.
Deportes – Tiempo Argentino
La noche de terror en Avellaneda entre las barras de Independiente y Universidad de Chile es el capítulo más sangriento de una ya larga lista de batallas deportivas entre Argentina y Chile, vecinos que se miran con recelo por encima de la Cordillera de los Andes, también en los estadios. Pero no fue, claramente, el primer incidente. En un repaso rápido aparecen la semifinal de la Copa Libertadores de 1991 entre Colo Colo y Boca en la que un perro de los carabineros mordió al arquero argentino, Carlos Navarro Montoya; otra semifinal de violencia demencial entre la U de Chile y River en 1996 (un barra chileno moriría tras los golpes que recibió en el Monumental); y los sillazos que los tenistas argentinos de la Copa Davis recibieron del público de Santiago en un duelo de 2000.

Por falta de televisación y la distancia en el lugar de los hechos, sin embargo, quedó en el olvido un episodio que hoy marcaría otro escándalo mundial: un Argentina-Chile con olor bélico, a pólvora, entre patadas voladoras, trompadas y expulsados. Ocurrió el 18 de octubre de 1984 en un torneo amistoso en Singapur, cuando las selecciones sub 23 de ambos países trasladaron al fútbol la tensión por el centenario conflicto del Beagle -el canal de Tierra del Fuego que conecta al océano Atlántico con el Pacífico- que, paradójicamente, empezó a destrabarse ese mismo día con la intervención del Vaticano, en Roma.
La policía de Singapur, desorientada ante la tensión entre dos países vecinos, debió entrar al campo de juego para separar a los jugadores, mientras de fondo soplaba el viento de la escalada militar entre Argentina y Chile con un posible conflicto armado por el Canal de Beagle y el recuerdo todavía fresco del apoyo de la dictadura de Augusto Pinochet a los británicos en la reciente guerra de Malvinas. Apenas seis años atrás, a fines de 1978, cuando Argentina también era gobernada por los militares, habían existido movimientos preliminares de guerra en las fronteras patagónicas.
Con Argentina ya en democracia, el 18 de octubre de 1984, ambos países comenzaron con la primera firma en el Vaticano las negociaciones para el acuerdo limítrofe austral denominado “Tratado de Paz y Amistad”, que se terminaría de establecer a finales del mes siguiente. Pero mientras tanto, ese mismo 18 de octubre, la relación de desconfianza se trasladó a un partido de fútbol en Singapur por la Copa Merlion, un torneo no oficial que a inicios de los 80 unía a selecciones absolutas, juveniles y clubes, similar a la Copa Merdeka de Malasia.

Argentina y Chile en Singapur
Argentina y Chile acudieron con sus selecciones sub 23 y tenían buenos jugadores, a muchos de cuales les esperaba un futuro exitoso, aunque ambos equipos habían perdido en la primera fecha -la Albiceleste ante Irak y la Roja contra la Sub 21 de Corea del Sur-. Los más memoriosos recordarán algunos de estos nombres que se enfrentaron ante 12.686 espectadores en el (ya demolido) estadio Nacional de Singapur, en el barrio de Kallang:
Argentina jugó con Comizzo; Néstor Lorenzo, Theiler, Pedro Monzón, Spotorno; Hugo Lamadrid, Guillermo Alonso, Gerardo Martino; Sergio Bufarini, Guillermo Hoyos y Denny Ramírez. Chile, a su vez, presentó a Marcelo Ramírez; Luis Silva, Jorge Pellicer, Leonel Sánchez, Jorge Muñoz; Jaime Pizarro, Elgueda, Mario Lepe; Marchant, Zambrano e Ivo Basay.
Según El Gráfico del 23 de octubre de 1984, «El partido empezó a vivirse en el hotel mucho antes del partido con comentarios y bromas con insidia. El clima estaba creado. Chile iba a jugar a muerte. Argentina no se quería conformar con el empate. Hubo un penal no cobrado por (el árbitro) N. Chandra de Theiler a Basay. Le siguió una patada descalificadora de Monzón a Lepe. La explosión llegó con el choque entre Lepe y Denny Ramírez. Los dos fueron al piso, el chileno lo patea en las costillas, el argentino se levanta y le pega una trompada. Martino y Pachamé (el técnico) separan. Siguió una patada voladora de Comizzo a Miranda y la persecución de seis chilenos a Danny Ramírez. La políca entró a separar».
Lamadrid, ex jugador de Racing, recordó el partido en Twitter hace pocos años: «Terminó a las piñas». Hubo tres expulsados: Monzón (por aquella patada a Lepe) y Denny Ramírez (el jugador más joven en debutar en Boca, con 15 años, en 1982). En medio de la violencia, Argentina ganaría 1-0 con gol de Carlos Candia, un juvenil de River ingresado en el segundo tiempo.
El recuerdo de Denny Ramírez
En las horas siguientes al escándalo entre Independiente y Universidad de Chile, Denny Ramírez atiende el llamado de Tiempo. El ex delantero de Boca, ya de 59 años y flamante jubilado luego de varias deçadas dedicadas a la docencia (aunque siempre vinculado al fútbol: en la actualidad es el presidente de la Liga de Laguna Blanca, en Formosa, donde nació y vive), recuerda con precisión lo que ocurrió hace 41 años en Singapur.
«Algunos jugadores ya habían debutado en Primera. De ellos, Basay. Y de los nuestros, Comizzo, Theiler, Buffarini y algunos más. También yo. Pero éramos muy jóvenes en ese aspecto», dice, en referencia a la tensión entre ambos países por el canal de Beagle. «Estábamos en el mismo hotel, almorzábamos juntos y Carlos Pachamé (el técnico, ayudante de Carlos Bilardo en la selección mayor) nos había dicho que no entráramos en ese juego. Se iban a decir cosas de más. Algunos jugadores de ellos tenían una manera de decir que éramos cagones. Lo decían al pasar, como cuando no te escucha nadie, y en tono burlesco, con la picardía de mostrar tres dientes. Pero tampoco pasaba de ahí, no pasaba a mayores. Siempre hay algún pícaro. Igual nosotros tratábamos de evitarlo. A veces, para no compartir el ascensor, nos quedábamos un poco más en la sala de espera», recuerda Ramírez.
Luego llegó el partido. Y una escena violenta que involucró a todos los jugadores. Una agresión mutua entre Lepe y el propio Ramírez fue el disparador. Sigue el formoseño: «En el partido no pasaba nada de lo que había pasado en la previa. Estaba todo bien. Aunque también sabemos que a Argentina todos le quieren ganar. La noche se puso áspera con una reacción mía que yo todavía no me la explico. Nunca la hice. Pero también el que la comenzó fue Lepe: fuimos al piso, recuperé una pelota limpia y, sin que nada lo justificara, me pegó una patada que me dio en las costillas. Eran tapones de aluminio. Me quedó la marca. Si no corría la cara, me la sacaba».
Ramírez no se quedó atrás: «Había sido algo muy fuera del partido y entonces tuve esa reacción, que todavía no me la explico. Ahí le jugué un manotazo bien fuerte, primero con la izquierda y después con la derecha. En el diario local, al día siguiente, aparecieron las dos fotos, pegando con las dos manos. Estábamos cerca del banco de suplentes y se armó una batahola entre todos. Después me expulsaron pero ganamos con un golazo de Carlitos Candia», cierra Ramírez.
Aquel triunfo sería el único triunfo argentino en el torneo, que de todas maneras no llegaría a la semifinales: tampoco lo haría Chile. Menos de un mes después, en el Vaticano, ambos países terminarían de firmar la paz y le darían punto final a un conflicto que había nacido en el siglo XIX. La rivalidad deportiva, sin embargo, recién había tenido su primer capítulo.